EL ÚLTIMO VIAJE
Quedaba media hora de viaje. María imaginaba el “Bosque de
los maestros que no están”. Ella si tuviera que elegir un árbol para el bosque,
elegiría un manzano que todas las primaveras diera flores blancas y rojas pomas
para el verano, que los chicos hurtarían a escondidas, serían las manzanas de
la sabiduría. “Nunca dejas de ser maestra ni siquiera en vacaciones”.
Pensó en un pequeño alumno de 1º de ESO que le pidiera que le
contara el cuento de los ladrones de pomas. Sabía que eso era improbable en los
tiempos en los que un móvil vale más que mil maestros pero se dijo a sí misma:
“Todavía soy una maestra a la antigua usanza, me gusta contar y esto es lo
único que he estado haciendo a lo largo de los últimos años y no me había dado
cuenta de eso”.
“Érase una vez, ¡no!, ¡no! demasiado antiguo, “en un lugar de Teruel de cuyo nombre… ¡no, no! que suena a plagio y cualquier chiquillo sabe de dónde viene esta frase. “En un lejano y remoto país…”, muy visto. “Hace algún tiempo y en otro lugar”, eso son versos de Machado y no me los puedo apropiar, ¡qué difícil es empezar un simple cuento, no sé si contarle la moraleja directamente y omito el principio y el meollo. Desvarías, no dejes que la maestra interfiera en la cuentista…”
-Bien Carlos, ¿sabes que este manzano, tiene una historia?
-No lo sabía, profe, ¿me la puedes contar?
-¿De veras quieres? ¿No prefieres jugar al comecocos o
tamagochi de tu móvil?
-Se me ha bloqueao…
-¡Ah! amigo, por eso quieres que te cuente la historia del
manzano.
-Bueno, me da igual cuéntame lo que sea y tú estás porque
puedo verte.
Y María llena de satisfacción comenzó a contar fingiendo voz
espectral ya que era la “maestra que ya no está” del instituto.