Más que afición, es vocación. Empecé a escribir muy pequeña,
entre 5 y 7 años, poesías de cumpleaños y esas cosas. Tomármela más en serio,
en la adolescencia (en el pueblo, Soria, debía aburrirme y una noche con 12
años me dio por pensar que quería ser periodista y hacer entrevistas, y empecé
a imaginármelas; luego se ha cumplido). En COU, hice un cursillo de Introducción
a la Poesía con el poeta Rosendo Tello: le dábamos poemas, sin firmar, y él nos
los corregía (en algún sitio los guardo, todos tachados). Ahí decidí dedicarme
más profesionalmente a todo esto y publicar. Al año siguiente él mismo me ayudó
a preparar mi primer poemario, que edité el año de finalización de mi carrera.
Aunque mi primera motivación quizá fue el sentirme sola de
niña. No iba al colegio, no tenía amigas, etc.
2. ¿Qué es
para ti la poesía? (Pregunta en consonancia con el 21 de marzo, Día de la Poesía).
Todo. Es como respirar. En entrevistas que me hacen digo que
escribo, me seco. Es expresión y comunicación, de lo que no puedo expresar de
otra forma. Pero primero es conocimiento de mí misma, la mejor forma de
conocerme. Y también compromiso. También la poesía me da “el nombre exacto de
las cosas”, como escribió –y es verdad, muchas veces busco en el diccionario
palabras después de haberlas escrito, que no recuerdo o incluso desconozco su
significado exacto; me dejo llevar–. Un poco entre Juan Ramón, V. Aleixandre,
la poesía comprometida de posguerra y la de la generación de los 50, más
cuidada y lírica.
Es curioso, el 21 de marzo es el Día Mundial de la Poesía
desde 1999, propuesto por la Unesco. Desde antes y siempre para mí, es el 14 de
diciembre, festividad de S. J. de la Cruz, patrono de la poesía y los poetas.
3. De todos
tus libros de poesía, ¿tienes predilección por alguno de ellos? ¿Por qué?
Quizá por Flor de agua,
donde recojo los pasajes femeninos de los Evangelios, en los que aparecen
mujeres; La manzana o el vértigo, dedicado
a Jesús, mi pareja –un libro erótico-místico, según el crítico Antón Castro en
la introducción–; y Pájaros de silencio, en
recuerdo emocionado de mis tíos Fermín y Rosa. En el fondo de todos hay mucho
amor.
4. ¿Qué poeta
te ha influenciado más en tu poesía y en qué?
Muchos. De los poetas medievales y clásicos españoles, todos:
Berceo, los cancioneros del XV y del XVI, Garcilaso, Fray Luis, San Juan de la
Cruz. En toda la carrera me inclinaba más por los clásicos que por los
contemporáneos. Quizá por eso se explica también que haya escrito El corazón en
vilo. Bueno, a título de anécdota, contaré que me divirtió mucho una antología de
poesía erótica que leímos en Literatura del siglo XVIII. Hay muchos poetas
actuales que leo con gusto: Antonio Gamoneda, Andrés Sánchez Robayna, José
Ángel Valente, Edmond Jabés, Antonio Colinas, Clara Janés, Luis Alberto de
Cuenca, Juan Eduardo Cirlot… También los del 27, y los del 50 (Francisco Brines),
por el cuidado de la forma y la cotidianeidad. Y algunos novísimos (con Túa
Blesa me gustó estudiar a Gimferrer, pero lo he leído poco). En novela, siento predilección
por las autoras, las firmas femeninas (entrevista de la profesora María Antonia
Martín Zorraquino, Alma Mater, julio
2006; incluida después en mi libro La
fuerza de los límites). Y por supuesto Manuel Pinillos, poeta del Niké
sobre el que realicé mi tesis doctoral.
5. ¿Cuáles son tus últimos proyectos poéticos?
Puedo hablar en pasado, de los últimos, pero no en futuro.
Estoy trabajando en varios proyectos de poesía, prosa, narrativa larga (novela)
y cuentos infantiles. Pero no puedo citar sus títulos ni describir sus
contenidos. Hace dos o tres años me retiraron un premio literario y un buen
pellizco por haber colgado y publicitado uno de los poemas presentados en
Internet. No se puede hacer hasta que no estén editados.
Seguimos trabajando en la Colección Joseph Merrick, de
literatura y diversidad funcional (discapacidad), con la editorial Libros del
Innombrable.
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